jueves, 18 de agosto de 2011

Penélope

Cuando tenía 10 años le tejí una bufanda a mi padre como regalo en su día.
Él y mi madre se habían separado hacía poco.
Recuerdo que el tejido formaba parte de las actividades manuales de mi escuela. Entonces cada semana, en la clase, mejoraba el punto santaclara y adelantaba varios centímetros. No quería que nadie me ayudara.
La bufanda era ancha y de color beige, con degradados debido al manoseo de la prenda y de la diferencia de una línea tejida con otra. Unas muy apretadas, casi en asfixia, otras más sueltas, más relajadas. Una especie de escritura Braile de lana que ocultaba un mensaje muy fácil de descifrar.
Así fue que, sin querer, como una pequeña Penélope generé un puente hacia mi padre para demostrarle de lo que era capaz por quererlo tanto. Un abrazo de lana que le envolviera el cuello en invierno, que lo protegiera del frío, caricia de hija que espera.
Desde entonces me la paso tejiendo y destejiendo anhelos.
Y todos los hombres son Ulises. Todos los Ulises son mi padre.

(jueves 18 de agosto 2011)

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