miércoles, 25 de abril de 2012

¿nunca te ha pasado?

¿Nunca te ha pasado de cumplir el guión al pie de la letra porque así fue que lo aprendiste, una y otra vez? ¿Ese guión impecable, infalible que te aseguraba que todo iba a ser como siempre había sido, que por más que lo intentaras, nada iba a cambiar, porque en el fondo, era lo único conocido, era lo que te aseguraba jugar de local en tu propio terreno?
No, no eras feliz, pero estabas acostumbrado. Conocer el final de la película te daba una extraña satisfacción, a veces bañada de dolor y de derrota.
Pero era tu derrota. Era tu dolor.
Es increíble la manera en la que, como un animalito domesticado, te acostumbras a ese automatismo que, aunque doloroso y frustrante, tiene algo de familiar, como si lo conocido, lo repetitivo, al final, se convirtiese en una especie de caricia cotidiana. La ración que te demuestra una de las pocas certezas que tienes: si duele, estás vivo.
El problema llega entonces cuando no obstante te acostumbras, te aburguesas en esa especie de lánguida inercia, desde dentro, comienza a surgir una fuerza que te dice basta!, que así no va, que ya has pasado demasiado tiempo viendo la misma película, que el final siempre es el mismo, que -simplemente- te aburres como una ostra.
Entonces, cuando todos los finales son iguales, descubres que sólo hay un camino: cambiar de película, elegir otra. O mejor: hacer la tuya propia, cambiando simplemente algo de aquella vetusta y predecible rutina. Apenas algo.
Prescindir de aquella caricia insuficiente e ingrata para que puedan fluir otras caricias. Para que haya otros finales, o para que no haya finales en absoluto, y todo suceda ahora.
¿Nunca te ha pasado?

No hay comentarios:

Publicar un comentario